domingo, 21 de abril de 2013

De las metáforas que provee la imagen cinematográfica.


Si yo fuera un pensador muy atrevido ( …), diría que sólo existen una docena de metáforas y que todas las otras metáforas sólo son juegos arbitrarios.
Jorge Luis Borges
Las metáforas son utilizadas principalmente en la literatura como recursos para expresar sentimientos y emociones, esto se evidencia en De Profundis, poesía llevada a la pantalla del cine bajo la dirección de Migelanxo Prada. Con una estética expresionista, las imágenes que narran cada una de las escenas están concebidas desde un punto de vista pictórico, dignas de un estudio plástico-formal donde la composición, el cromatismo, la textura y el tratamiento personal de todos estos elementos se imponen como predominantes en el contenido visual. 
Ahora bien, De Profundis no le interesa convencer sino insinuar, lo que me recuerda a Jorge Luis Borges en su conferencia acerca de la metáfora, donde refiere que lo sugerido es mucho más efectivo que lo explícito, ya que no creo que sea mera coincidencia esta integración artística a la cual le añadimos la música y el sonido sinfónico. También cabe destacar que la narración está ausente de diálogos e inexistente de palabras, sólo imágenes, sonidos y una música que se va integrando a cada dibujo en absoluta simbiosis son cómplice para invitar al espectador a una contemplación e interpretación pausada.
En este contexto general (cine-plástica-música), me pregunto ¿Prada querrá invitarnos a reflexionar y/o cuestionar desde una experiencia estética?, ¿La violonchelista y el pintor que va en búsqueda de su sueño, que a su vez se separan sin saber cuándo volverán a verse, serán elementos metafóricos a la relación que puede existir entre la música y las artes visuales, que a su vez se interrelacionan aquí con el cine, que a pesar de estar catalogadas bajo el nombre de “artes” se distancian sin saber en qué punto podrán encontrarse?. Estas son premisas que en mi caso me atrevería afirmar.
Y si de metáforas hablamos, podemos mencionar el largometraje The White Diamond, del director y documentalista Werner Herzog, quien relata la historia de cómo fue diseñado y construido un dirigible silencioso desarrollado por el naturalista Dieter Plage, quien murió durante su primer vuelo. Once años después el ingeniero británico Graham Dorrington reemprenderá la expedición narrando la historia de Dieter, con el objetivo de volar para poder contemplar la naturaleza de Guyana en América del Sur, y descubrir lugares inhóspitos, sin sonidos artificiales que interfieran.
Existe varios personajes simbólicos dentro de la narración, el naturalista Dieter Plage, quien murió  en el intento de realizar su meta, elevándose a lo más alto y convirtiéndose en una suerte de “cumbre” e  inspiración para ingeniero Graham Dorrington, quien es una suerte de constancia y valentía, al querer repetir una experiencia arriesgada, y el escalador es sin duda el desafío y respeto, adentrándose a una catarata tan peligrosa pero sin advertir lo vivido para salvaguardar la virginidad del lugar.  
Me fue imposible desvincular mi pasión por el montañismo con todas las escenas del documental. “Cumbre” fue la palabra inmediata que me vino a la mente, y esa palabra lleva implícita muchas otras necesarias para acercarse a ella. El documental representa la constante lucha que tiene el ser humano por lograr sus objetivos, sueños y metas, así como el juego de la vida y la muerte al adentrarse a un sitio maravillosamente hermoso y peligroso, pero la necesidad de lograr lo anhelado (sobrevolar con el dirigible la segunda catarata más alta del mundo) deja a un lado el temor para invadirlo de experiencias y sensaciones.
En síntesis, tanto en De profundis como en The White Diamond, nos encontramos con infinidades de metáforas y juegos arbitrarios, como los llamaría Borges, que nos invitan a narrar una historia, sumergiéndonos en el mundo de lo subjetivo para divagar así de una forma objetiva en torno a ellas.
DIZH-21/04/13